El 11 de marzo de 2011 el mundo entero contenía la respiración al enterarse de una catástrofe medioambiental sin precedentes. Un terremoto de escala 9 asolaba Japón y la Central de Fukushima, diseñada para soportar este tipo de catástrofes, sobrevivió al mismo pero no al tsunami que llego a continuación a la costa este del país. Aun recordando las consecuencias de otro desastre nuclear, Chernobyl, la gente se preguntó hasta que punto afectaría este accidente al medioambiente global. Casi tres años después de la tragedia, los datos comienzan a llegar.
Desde Japón llegan noticias de una nueva fuga de agua contaminada desde uno de los tanques de almacenamiento de la central. Se trata de cien toneladas de agua altamente radiactiva que se suman a las vertidas con anterioridad al Océano Pacifico.Aunque el portavoz de la Compañía Eléctrica de Tokio , TEPCO, ha asegurado que dicha agua no ha llegado al océano, el hermetismo que se esta produciendo entorno a este desastre medioambiental hace que crezca el número de escépticos.